DONDE DEJO MI CORAZÓN

A los que me han abrazado durante estos meses

Cada día dejo mi corazón en algún lado. En las mañanas lo dejo en la escuela donde estudia mi hija, Sofía Valentina. Me marcho con la esperanza de que la atiendan bien, tanto en lo educativo como en lo personal. Sin embargo, es solo un voto de confianza que hasta he sentido transgredido, algunas veces. Esas, en las que se queja de lo que supuestamente le hicieron sus compañeros, del regaño que le dio la maestra o de la comida que no le gustó. Tonterías que pueden causarme angustia si lo pienso mucho.

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Los fines de semana dejo mi corazón en manos del padre de mi hermosa. Allí lo deposito con la certeza de que al amarla tanto como yo, la cuidará de igual modo. Pero no siempre me siento satisfecha de los cuentos que me hace cuando regresa, y que juzgo como bien o mal, erróneamente. Porque para crecer hay que dejar de juzgar y en realidad, él es un buen papá.

Durante los últimos meses dejé mi corazón en los libros que leí y en las palabras que escribí. Fui egoísta, estuve mal humorada, me exigí demasiado. Terminé mi trabajo con disciplina y placer, pero en el camino mi hija recibió más regaños de la cuenta y más exigencias de mi parte. Tuve menos tolerancia, lo admito, y me duele.

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También he dejado mi corazón flotando. Esos días no me soporto a mí misma, todo lo cuestiono, nada es suficiente. Únicamente contemplar el rostro de mi hija mientras duerme, tan quietamente (al fin), me conmueve. Y si es un día de los que ella no está, mi sueño es un desasosiego.

He dejado mi corazón en el teléfono, en el iPad y en la computadora. A la espera de una llamada, de un mensaje, improvisando alguna aventura que rompa mi rutina, complazca mi cuerpo y eleve mi alma. No siempre ocurre lo que espero cuando quiero y con quien quiero.  En esos momentos mi corazón se tuerce y recuerdo la mujer que soy,  fuera de mi rol de madre y de profesional. Una mujer de dureza aparente, de gracias y carencias, de fuerzas y debilidades, de ganancias y pérdidas. Solo una mujer.

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Hay otros días que permito que mi corazón lata en mi pecho. Son los momentos en los que estoy en paz, conmigo misma, en equilibrio. Ese es el tiempo perfecto en el que sé que tengo todo lo que necesito. Y como valor añadido, cuido a una bella hija, inteligente, creativa y amorosa. Donde dejo mi corazón, dejo mi pasión, dejo mi vida…

 




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