ME GUSTA SER DE LA CALLE

El otro día conversaba con un caballero que en tono de broma me dijo: «Las mujeres son de la casa y los hombres de la calle». Ja, ja, ja. ¡Sí claro! El comentario se dio porque en medio de la plática le decía lo ajetreada que era mi semana, ya de vuelta a la rutina de dar clases en la Universidad. Entre risas e ironías le dije que aunque tengo un horario complicado y hasta hay días que doy cuatro clases corridas, sin receso ni hora de almuerzo, me encanta mi trabajo y no sería una «mujer de la casa», jamás.
Lo cierto es que, aunque se trató de un chiste,  todavía muchas personas creen que las mujeres son de la casa y los hombres de la calle. Digo «personas» con toda la intención de incluir a hombres y a mujeres. Conozco a féminas que se han preparado profesionalmente, se han casado, han parido y han decidido fungir como amas de casa porque entienden que el marido tiene la obligación de mantenerlas, máxime si le «han parido».
También conozco a hombres que se han casado con mujeres profesionales y luego le han exigido que dejen de trabajar porque afirman que una mujer casada se debe a su casa, a su marido y a sus hijos. Incluso dicen que una dama en «la calle» es una presa fácil para otros.
Mi caso es distinto. No soy casada, pero sí profesional y madre soltera. Cuando conviví con el padre de mi hija jamás pensé en dejar de ejercer mi profesión. Tampoco él me lo exigió ni me lo sugirió. Ahora, podría dejar de trabajar para que el Gobierno me mantuviera, pero no es opción para mí porque me gusta ser de «la calle», ja, ja, ja.
En Puerto Rico la realidad es que muchas mujeres, sobre todo madres solteras, somos de «la calle». De acuerdo con el más reciente censo federal, uno de cada tres hogares en este país está dirigido por una madre soltera. En la capital, nada más, el 41 % de las mujeres afrontamos todas las responsabilidades y retos a cargo de nuestras familias y nos lanzamos día a día a la calle a buscar el sustento para nuestros hijos.
De modo que, el viejo dicho de que las mujeres son de la casa y los hombres de la calle está más que obsoleto porque no es la realidad. Además, hoy día, ante las dificultades económicas, es prácticamente imposible que un hogar compuesto por una pareja y sus hijos sea sustentado solo por uno de ellos.
Yo reafirmo que soy de «la calle», a mucha honra. Ser madre es parte de la persona que soy, pero no lo es todo. Soy una profesional y disfruto ejercer mi oficio, como también, seguir preparándome cada día. Quizá no tengo mucha vida social (eso lo admito), pero trabajar es algo que me ayuda a crecer como mujer, es una de las formas en las que contribuyo al bienestar de mi patria y es el mejor ejemplo que quiero darle a mi hija.
P. D. Como dice el viejo adagio: «El trabajo honra».

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