«Que ni una palabra ni una mirada obscena
manchen la casa en donde haya un niño.»
Juvenal
Hay madres de todo tipo, pero hoy voy a hablar de las que somos como las leonas: protectoras, fuertes y vigilantes. Con dientes fieros y garras afiladas, dispuestas a defender a nuestras crías ante cualquier peligro.
Según nuestros hijos van creciendo se vuelven más independientes y fingimos hacernos de la vista larga, para darles su espacio, pero nuestro tercer ojo siempre está presto y el zarpazo, dispuesto. Sean pequeños o grandes cada vicisitud que atraviesan se vuelve nuestra. Es importante estar ahí para ellos, darles consejos o tomar acción para protegerlos.
En estos días la leona qué hay en mí tuvo un sobresalto cuando mi cría fue acorralada y se vio indefensa, estando lejos de mí en el entorno escolar. En Puerto Rico, como en otros países, la educación es un derecho y existen leyes que protegen a nuestros niños y los salvaguardan ante cualquier tipo de discriminación. Tenemos que estar pendientes de que se sigan y levantar bandera ante cualquier atisbo de incumplimiento. Las personas que trabajan en la empresa educativa están obligadas a conocer las reglamentaciones y a cumplirlas. Lo sé de sobra porque también es mi campo laboral.
Continuamente recibo estudiantes universitarios con distintos acomodos razonables y como docente tengo que darles trato igualitario y facilitar su proceso de enseñanza aprendizaje. No es solo una obligación legal es también moral. Por lo tanto, tener que enfrentarme a una situación donde una persona de autoridad le expresó a mi hija palabras disonantes ante los protocolos establecidos, despierta la leona qué hay en mí.

Rugí fuerte y lancé zarpazos con la suerte de que no había nadie a mi alrededor, pero estoy presta a enfrentarme a la situación con la razón. Los que me conocen bien saben que mi nena no es hija del “ay, bendito”, todo lo contrario. Si le preguntan a ella se declara víctima del maltrato porque ha recibido gritos y hasta su “viernes santo”. No obstante, cuando de defender sus derechos se trata, voy con todo.
Ella sufre de episodios de ansiedad, un trastorno que se manifiesta repentinamente, sin que necesariamente esté en peligro. Recibe atención médica y tiene sus acomodos razonables. Es lamentable que algunos educadores y administradores olviden cómo manejar a un niño en crisis. Aunque todos los seres humanos podemos tener un mal día, no podemos dejar que nuestros problemas dirijan las situaciones que como adultos y figuras de mando estamos obligados a manejar.
A un niño o una niña que sufre de ansiedad no se le puede intimidar con la idea de que (si no se controla) tendrá que buscar otra escuela porque además de violar su derecho, es ilegal, abusivo e inmoral. Lejos de minimizar su ansiedad, propicia más angustia y descontrol. Y, ¿dónde queda el protocolo de manejo de crisis a tono con las normas del Departamento de Educación? Para trabajar en la enseñanza se necesita gente que no solo tenga un título, debe tener vocación, empatía, ser solidario y compasivo, tener inteligencia emocional y un verdadero compromiso con servir al prójimo.
Por eso esta leona ruge y no es solo por los derechos de mi hija, sino por el de todos los niños y por el de todas las personas que sufren algún tipo de discriminación. Tenemos que ser protectoras, fuertes y vigilantes, sin tregua alguna.