Divagaciones I (La del espejo)

Un 11 de abril le causé mucho dolor a mi madre y, llegado el momento, pujó y pujó hasta vomitarme al mundo. Sin saber que nuestros años, meses, días, horas, minutos y segundos ya estaban contados. Los de ella llegaron a su fin hace 11 años y 10 meses, a sus recién cumplidos 62 y los míos hoy suman 49, mientras el reloj sigue su curso. La extraño y llevo todos estos años tratando de entender…

Hace algún tiempo miro al espejo intentando de explicar quién es esa persona que se refleja. No soy yo, es como ver a alguien más. Esa pared de cristal muestra una imagen que se parece a mí, pero no me encuentro en ella. Me siento perdida como si caminara por un vasto horizonte donde no se diferencia el principio del final.

Este sendero llamado vida es un aprendizaje doloroso. En cada paso que doy gano y pierdo, pierdo y gano. Pero llegan momentos como este en los que reflexiono para que la vida no se me escape sin darme cuenta. Estoy aprendiendo a valorar un poco más las emociones.

 ¿Cuántas veces te han dicho que no estés triste? Varias… a ciencia cierta. ¿Cuántas veces te han dicho que no estés alegre? Ninguna… seguramente. Hace poco aprendí con Carla, mi masajista terapéutica, gurú espiritual, que todas las emociones son bienvenidas. Creo que la primera vez que me lo dijo no le di importancia, pero la segunda vez, me dejó pensando… Y recientemente conversaba sobre esto con mi amiga, July.

Desde nuestra infancia nos enseñan a abrazar las emociones de la alegría y la felicidad y nos instruyen para rechazar las de la tristeza y el sufrimiento. Nos preparan para compartir y celebrar los logros y para guardar y callar lo que nos causa dolor.  Definitivamente hay algo mal en esta lección. Si nuestra condición humana nos permite experimentar una gran variedad de emociones es porque son necesarias para crecer y aprender de la vida.

Recuerdo que cuando discutía en clases la obra de teatro Edipo Rey, hablaba sobre los postulados griegos que afirmaban que en la vida había que reír y llorar. Si la cultura griega creía en esto alrededor del año 429 antes de Cristo, ¿por qué la cultura moderna insiste en reinventar la rueda? Nos motivan a reír y nos condenan las lágrimas. Nos celebran los años que cumplimos, pero no nos preparan para aceptar la muerte como parte de la vida. Nos aplauden cuando las niñas nos convertimos en señoritas, nuestros pechos crecen y las caderas se ensanchan, pero nos ridiculizan cuando los pechos se caen y las caderas se quiebran. Nos aplauden que seamos madres, nos critican que seamos mujeres. Pero ya lo inquirió Sófocles cuando escribió Edipo Rey: “La ignorancia es la causa de todos los males”…

Nuestra sociedad avanza y evoluciona en la ciencia, en la tecnología, mientras retrocede en muchos principios fundamentales de la vida. Lo mismo nos ocurre como individuos. He adquirido muchos conocimientos textuales y he ignorado las lecciones de mi existencia. Por eso estoy perdida. Por eso ando buscándome. Por eso estoy más triste. Por eso lloro más. Divago… Y es mi momento de meditar, de dejar muchas cosas atrás y centrarme otra vez en lo auténtico. Al fin y al cabo, tengo que reconciliarme con esa imagen del espejo que dice ser yo.


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