“A mamá que le mande una cebollita: escoja la grande o la más chiquita”. ¿Recuerdan este estribillo de nuestros juegos infantiles? Pues hablemos de soledad. Cuando yo me criaba, literalmente, de vecina a vecina se pedían una cebolla, un poco de azúcar o de café. De la misma forma se ayudaban en la crianza de los niños. Recuerdo tener una vecina, a quien quise como a una abuela, que nos cuidaba en caso de emergencia porque era parte de la “tribu” de mi familia. Solía hacerle maldades como encerrarla en el baño o tocarle una verruga que tenía. Travesuras de niña que no significaban otra cosa más que muestras de mi amor por ella. Fue una época de puertas abiertas y mandados compartidos. Tiempo en el que los vecinos, los abuelos, los tíos, los primos… componían una tribu que ayudaba en la formación de los pequeños.

Esos tiempos han quedado atrás. No tengo tribu. Ni siquiera conozco a mi vecina de al frente. Según María José Garrido (doctora en Antropología especializada en maternidad e infancia) no ha habido una generación de niños más solos en nuestro planeta que la actual. Así tampoco una generación de madres menos acompañadas en la crianza, cuenten o no, con los padres de sus hijos. “Dime tus circunstancias y te diré cómo lo vivirás…” En efecto, el contexto influye, inevitablemente, en la crianza como también en la forma de enfrentar la maternidad. Concuerdo con Garrigo cuando dice que la soledad invade cuando vives en una ciudad, sin demasiados o ningún apoyo familiar o con ese sostén lejos de ti. Maxime si se trata de madres solas por elección, como es mi caso.
La publicidad divulga una imagen errónea de la maternidad y la crianza de este siglo. Olvidan mostrar a madres cansadas, agotadas y solas en medio de diversos referentes. Cuando la realidad es (como bien lo expresó Garrido y que parafraseo) que las madres de hoy vivimos en una sociedad que nos exige ser abnegadas, profesionales y asalariadas eficientes, modelos de juventud y belleza, rostros de una familia feliz y “perfecta”. Una sociedad individualista que prefiere que no hablemos de esto, que nos juzga y nos sentencia.

No obstante, como buena subversiva, me quito la venda de la boca porque mis circunstancias son las de muchas otras mujeres que en este siglo XXI criamos sin tribu y nos sentimos solas. Cuando evoco 10 años atrás, después de parir me incorporé a la vida cotidiana y profesional como si nada hubiera pasado. Sin internalizar que mi vida había cambiado para siempre. No solo porque me había convertido en madre, sino también porque sufría la recién perdida de mi papá y mi mamá. Los que hubieran sido pilares de mi tribu habían desaparecido para siempre.
Nunca me detuve a preguntarme: ¿Volveré a ser la misma? Ni siquiera me di cuenta de que mi vida había cambiado. Me levantaba cada día y caminaba, gateaba, corría, me arrastraba…sin detenerme a pensar que estaba sola. Cuando la realidad era que ya no sería la que fui y que jamás volveré a ser aquella persona. Un día era hija, después estaba embarazada, luego me quedé huérfana y al siguiente me convertí en madre. Y creo que hoy, después de más de 10 años comienzo a digerir el triple duelo. Triple porque no es solo el luto por los que murieron, sino también por mi atropellado cambio de vida.
He oído que cada 10 años ocurren cambios trascendentales. Lo creo. Ya no soy madre de una dulce bebé, sino de una preadolescente que llena mi vida de felicidad y angustia. He criado sin tribu durante tantos años y ahora me doy cuenta de que nunca pedí ayuda. Tuve tantas experiencias fuertes que pensé que podía sola y, literalmente, decidí quedarme sola cuando mi hija tenía solo 9 meses de nacida. Y es ahora, en medio de una pandemia, ante los nuevos retos de la crianza, ante el cambio de vida de mi hija y el mío propio, cuando siento el peso del mundo en mis hombros. Ahora me doy cuenta de que estoy cansada de ser una madre abnegada y una profesional eficiente. Me percato de que mi juventud desvanece, de que mi rostro cobra huellas, de que la metamorfosis es tan inevitable como brutal.

Ahora internalizo de que la crianza sin tribu es la soledad de la maternidad y de que quisiera tener una que me ayude a guiar a mi hija hasta el final. Y lo expreso, finalmente, no solo porque esta situación me ha abofeteado fuerte, sino porque mis vivencias son las de muchas otras mujeres y porque esta sociedad individualista no nos va a dictar de lo que podemos o no podemos hablar.
P. D. Imágenes cortesía de Pixabay
Consuelo, has publicado la gran verdad para muchas. He tenido un poco más de suerte y cuento con la «tribu»a la que aludes. Si me preguntas cuándo cai en conciencia de ese cambio del que hables, te reiras de mi respuesta. Un dia te contaré en que momento y cómo me llegó la madurez a mi vida. La etapa en que está Valentina es otra más de las que le toca vivir y a ti acompañarla. Lo mejor es que pasa, lo peor, es que iniciara otra con nuevos retos y descubrimientos; esa la vida. Un abrazo.
Me gustaMe gusta
Me debes ese cuento…
Me gustaMe gusta
Se lo que dices y lo comparto. Llevo años viviendo fuera y siempre sola con mis hijos. Michas veces adoro esa independencia que te da el vivir lejos de la familia, pero si que siento la soledad a la vez y que los niños no tengan ese punto de referencia. Y que una tribu siempre hace falta.
Me gustaMe gusta
Hola, mi caso es similar. Mi mama murio el 8 de febrero del 2021 y ese mes me di cuenta que estaba embarazada. No vivi mi luto, no curé mi corazón, soy hija única, al momento de morir mi mamá pues no llevaba una buena relación con mi papá. Mi apoyo siempre fue mi mamá y cuando partió de este mundo fue un golpe biem difícil. Tengo al padre de mi hija junto a mi pero su familia tampoco muestra interés en ayudar. En este casi año que tiene mi hija no he tenido tiempo ni para pintarme las uñas. Me siento muy sola, muy cansada, todos esperan que cocine y que limpie la casa, que tenga todo ordenado y ni siquiera puedo con mi propia depresión por la muerte de mi mamá y como la del postparto. Veo a mis amigas que las madres y las madres de sus esposos las ayudan y yo.. Tragarme mi dolor. Perdón por desahogarme aquí pero estoy rota dentro.
Me gustaMe gusta
Hola Dayana. Gracias por compartir tu experiencia. Comprendo y lamento mucho por lo que estás pasando. Hay que vivir la situación para comprender la soledad de la maternidad y darse cuenta que no es tan fácil y feliz como la pintan. Recuperarte tomará su tiempo. Te recomiendo que, dentro de lo posible, pidas ayuda. A veces las personas piensan que una puede con todo. Es importante que tomes tiempo para ti. Tu pareja podría ayudarte y permitirte ese espacio para que estés contigo misma. A la larga esto es bien importante porque si no cuidamos de nosotras no podremos cuidar a otros. Yo sé que es bien difícil. A veces hay que buscar ayuda de desconocidos como los profesionales. Yo conseguí a una sicóloga que me ha ayudado mucho. Tuve que trabajar con mis heridas y aún lo hago porque es un trabajo del día a día. Si hay algo más que pueda hacer para ayudarte, no dudes en comunicarte conmigo. Si mi experiencia ayuda, es un gusto servir. Un abrazo.
Me gustaMe gusta