Seguramente si tienes una hija preadolescente has comenzado a sentirla lejos, como me pasa a mí. Para una madre que no ha hecho otra cosa más que cuidarla y velar por su bienestar, es un momento duro. No obstante, según los expertos y las madres que ya han pasado por esto, es un proceso natural. A veces siento que vivo con una extraña, que solo compartimos el techo y tropezamos en algunos espacios, pero que cada una anda en lo suyo y ocupa una habitación, sola. Quizá influye el momento histórico que estamos viviendo, encerrados en el hogar. Pero, en definitiva, es una etapa más, un nuevo reto de la crianza.

Menos mal que existen las amigas que ya han pasado por eso, que existen los libros y una fuente inagotable de información a través de Internet. De lo contrario, estaría dando palos a ciegas. Cuando nuestra hija y nosotras giramos para el mismo lado, se siente bien, es como conducir un auto súper alineado. No obstante, cuando una gira hacia la derecha y la otra hacia la izquierda, parece que conducimos un carro desalineado y con una llanta media vacía. ¡Ah, pero como madre y conductora de ese vehículo, no podemos perder el control!
Mis amigas que son madres saben que las llamo cuando me encuentro en una nueva encrucijada de la maternidad. Sus palabras son luz y sus experiencias las páginas del libro que escribo diariamente. Porque el viejo dicho dice que no existe un manual para criar, pero cada hijo que una madre ha sacado adelante es una historia de éxito. Así lo creo.
El inicio de la preadolescencia en pleno auge del distanciamiento social es una soberana mierda porque es el momento en el que más necesitan socializar. Debemos entender que en esta etapa nuestros hijos no nos odian ni pretenden herirnos, solo necesitan explorar y experimentar… y no con una. Es natural. Su anhelo es tener un entorno social amplio, crear sus círculos sociales, elegir a sus amigos bajo sus propios criterios, desarrollar su pensamiento crítico, discernir entre el bien y el mal, encontrar su propósito en el mundo.
¿Qué hacemos entonces? Los estudios y la experiencia (que es más fidedigna aún) recomiendan que les demos espacio para explorar. Darles espacio no solo es un acto de confianza, también provocará que confíen más en nosotras y que no quieran huir. Tengamos fe.
Además, nos aconsejan a abrirnos ante ellos conversando sobre nuestras cosas, nuestras opiniones, nuestros sentimientos. No lo había considerado. Por el contrario, pensaba que mantenerla lejos de las situaciones de adultos evitaría que tuviera otras preocupaciones. Sin embargo, los expertos señalan que si nuestros hijos perciben que compartimos con ellos lo que nos importa, igualmente prestaremos atención a lo que ellos tengan que decir. Me parece que tiene sentido y lo voy a intentar. Debemos mostrarnos humanas y dejar de pensar que siempre tienen que vernos como heroínas invencibles.

Por otro lado, hay una recomendación importantísima que tenemos que encarar. Se trata de mantener el control, de modo que no duden de que seguimos siendo la figura de autoridad en el hogar. Recordemos que nuestros hijos seguirán creciendo y tendrán que lidiar con distintas personas y aprender a negociar aquello en lo que no estén de acuerdo. Y para esto necesitan nuestra dirección.
En fin, un día a la vez…Aceptemos los retos de la preadolescencia en lugar de intentar controlarlo todo y pretender que nuestros hijos sean lo que no desean ser. Seamos facilitadoras de la etapa de autoconocimiento en la que están. Aun si implica que se alejen un poco porque el secreto es mantenernos cerca, sin hacer ruido, pero estar alertas.
P. D. Imágenes cortesía de Pixabay