A veces pensamos que el maltrato proviene de otras personas y pocas veces reflexionamos sobre la forma en que nosotras nos maltratamos. Pues sí, lo hacemos y muy frecuentemente. Cada vez ves que nos culpamos por la forma en la que reaccionamos ante situaciones difíciles con nuestros hijos, nos lastimamos. La culpa es una imputación como consecuencia de alguna conducta, es un sentimiento de responsabilidad por un daño causado. Y todo lo que hace sufrir a un hijo nuestro, pensamos que es nuestra culpa porque no estuvimos allí para evitarlo. No somos infalibles y culparnos es una forma de maltratarnos. ¡Rompamos con la culpa!

Nos maltratamos autocriticándonos. Solemos tener la mala costumbre de minimizar nuestros esfuerzos y logros. Cuando la verdad es que hacemos un gran trabajo, diariamente. Sí, claro que sí. Somos jefas de hogar responsables y cada día hacemos un mayor esfuerzo para tener una familia feliz y productiva. Así que vamos a darnos un poco de reconocimiento por ello.
La duda es otra forma de maltratarnos. Dudamos de nuestros dones y capacidades cuando la verdad es que nos fueron dados para realizarnos como personas y ayudar a otros. Cada momento difícil que superamos en familia es una prueba de la confianza absoluta que debemos tener en nosotras mismas.
Sabotear nuestro éxito con miedo suele ser otra manera de maltratarnos. En efecto, muchas veces obstruimos nuestros proyectos por temor al fracaso o por pena de destacar demasiado. De una u otra forma no tiene sentido. Seamos nuestras aliadas, nuestras fanáticas número uno. Nadie creerá en nosotras si nos damos la espalda primero. En vez de sabotearnos, echémonos porras.
Mantenernos cerca de personas tóxicas es otra forma de maltrato. La gente que solo aporta quejas, dudas, enojo, pesimismo, envidia…nos roba nuestra energía. Por lo tanto, debemos alejarnos de ellas y alimentarnos de nuestra luz interior para brillar.
También nos hacemos daño cuando ocultamos a los demás quiénes somos. La vida no nos fue conferida para complacer a otros, sino para vivirla de forma individual y plena. En vez de buscar agradar a otros debemos lograr agradarnos un poco más cada día.

Trabajar en una misma es muy complejo, pero necesario. Para una buena salud debemos cuidar de nuestras emociones y sentimientos porque son capaces de dañar nuestros órganos. Si nos preocupamos demasiado nos da dolor de cabeza, el estrés excesivo nos daña el corazón, la tristeza afecta a los pulmones y la angustia, al estómago. Si nos enojamos mucho el hígado corre riesgos, los riñones son afectados por el miedo y el páncreas por la frustración. De modo que, para cuidar de nuestra familia hay que cuidar de una misma. ¡La pésima costumbre de colocarnos al final de la fila debe cambiar porque el auto maltrato debe parar!
P. D. Imágenes cortesía de Pixabay