“A menudo damos por hecho las cosas que más merecen nuestra gratitud”. Cynthia Ozick
Es cierto que “A menudo damos por hecho las cosas que más merecen nuestra gratitud”. Despertamos y no damos gracias por poder abrir los ojos y ver a nuestro alrededor. Ponemos los pies en el piso y no damos gracias por poder caminar. Desayunamos y no damos gracias por poder degustar nuestros alimentos. Nos perfumamos antes de salir y no damos gracias por el olfato. Oímos ruidos y no damos gracias por poder escuchar. Acariciamos a nuestros seres queridos y no damos gracias por el tacto y el amor.
No obstante, la gratitud nos ofrece muchísimos beneficios:

- Nos conecta con la vida de forma que mejora nuestro bienestar físico, emocional y social.
- Nos ofrece afinidad en tiempos de pérdidas o crisis.
- Contribuye a la felicidad y al optimismo.
- Reduce la insatisfacción y eleva nuestros niveles de energía.
- Nos ayuda a adaptarnos a las circunstancias.
- Mejora la salud física fortaleciendo nuestro corazón, el sistema inmune y nivelando la presión.
- Mejora la salud mental disminuyendo el estrés, la ansiedad, la depresión y los dolores de cabeza.
- Eleva la autoestima, la confianza y la seguridad.
- Nos hace más conscientes y nos permite vivir en el presente.
- Mejora nuestras relaciones haciéndolas más sanas y aumentando nuestra capacidad de perdón.
- Nos enfoca en lo positivo y en sus valores.
- Mejora nuestra inteligencia emocional y académica.
- Nos permite tener mejor autocuidado y nos ofrece mayor probabilidad de hacer ejercicios.
- Aumenta nuestra espiritualidad y nos da la capacidad de ver cosas más grandes.
- Desacelera el envejecimiento.
Con tantos beneficios que obtenemos de la gratitud, dar gracias debe ser una acción diaria y constante. Agradezcamos lo que tenemos hoy, en este momento, ahora. Enseñemos con el ejemplo, a nuestros hijos, el valor de la gratitud.