Contrario a lo que muchos piensan, disciplina y castigo no son sinónimos, sino antónimos. Disciplinar es enseñar y castigar es sancionar. En los momentos en que perdemos la paciencia podemos pasar de la disciplina al castigo casi sin darnos cuenta. A veces creemos que hemos agotado todas las herramientas para disciplinar y que solo el castigo puede remediar la situación, pero nos equivocamos. En momentos así me he sentido fracasada como madre, no obstante, tirar la toalla no ha sido nunca una opción. He tenido que entender que la disciplina toma tiempo y aunque es agotadora, debo ejercerla todos los días.

La terapista Denhi Chaney afirma que la disciplina es más difícil, pero forma a una persona moral, mientras que el castigo es una ruta fácil que en la mayoría de los casos no funciona. El castigo es negativo porque no corrige ni ensaña lo que es el comportamiento adecuado, ya que se trata de una acción momentánea que no acarrea explicaciones de las consecuencias del mal comportamiento. Por ejemplo, la represión y / o desaprobación verbal. Estas acciones son castigos que restringen que el niño hable y manifieste sus opiniones o los ridiculiza cuando usamos palabras crueles y negativas. Estos castigos llegan a tener consecuencias negativas en la vida de los niños. Ocasionan baja autoestima, inseguridad, ira, etc.
Denhi recomienda que enviemos a nuestros hijos mensajes positivos y formativos al momento de disciplinar. Por ejemplo, decirles que los amamos, aunque desobedezcan, que sus opiniones son válidas, aunque no estemos de acuerdo con ellas, y que los queremos lo suficiente para guiarlos y enseñarlos.
La terapista y otros expertos ofrecen, además, las siguientes recomendaciones:
- que procuremos entender lo que causó el mal comportamiento
- que la corrección esté relacionada con lo que el niño hizo mal
- que les digamos cuál será la medida a tomar antes de que desobedezcan
- que compartamos con el niño la responsabilidad de encontrar soluciones
- que siempre mostremos amor cuando hayan sido disciplinados
- que conversemos sobre lo que aprendieron
Criar es una tarea difícil y estresante, pero no debemos perder el control y acudir a los gritos o los golpes. Debemos recordar lo que aclara Roldán, pedagoga terapéutica: el castigo es un acto punitivo que hace que el niño sufra por haber roto las reglas mientras que la disciplina trata de enseñar cómo tomar una buena elección la próxima vez para que el niño sienta control ante sus propias decisiones.

Por último, recordemos que el castigo es reactivo, mientras la disciplina es proactiva, fomenta el buen comportamiento y relaciones positivas entre padres e hijos.