En la época en que estamos viviendo, a temprana edad, nuestros hijos tienen acceso a una tableta, un teléfono inteligente o un ordenador con acceso a Internet. Sabemos que la red es una fuente inagotable de información y entretenimiento, así que en lugar de prohibirles que la utilicen, debemos supervisar el acceso al contenido que ven. Su seguridad es nuestra responsabilidad.
La tableta o el móvil no puede hacer la función de niñera ni sustituye que juguemos con ellos. No obstante, hay muchas aplicaciones educativas y de entrenamiento que pueden usar a través de ellos. Lo importante es que su uso sea supervisado y moderado por un adulto responsable.

Los padres tenemos que conocer las aplicaciones que nuestros hijos instalan y supervisar este proceso. Es importante conocer sus funciones y el uso que les pueden dar. Existen herramientas que podemos utilizar para autorizar o desautorizar la descarga de las aplicaciones. Para más seguridad es recomendable que intervengamos en ese proceso en todo momento.
Si comprobamos la fiabilidad de las aplicaciones podemos tener más control y evitar que la descarga de algún juego bajado desde Internet, pueda ser la puerta de entrada de ciberdelincuentes. Es nuestra responsabilidad controlar la información personal que se requiera que nuestros hijos puedan compartir.
En la medida que van creciendo y accediendo a aplicaciones que pueden usar para comunicarse con otros, es imprescindible hacerles ver los riesgos que conlleva facilitar información o contactar con extraños. Nuestros hijos deben entender que de la misma forma que desconfían de extraños en escenarios reales de persona a persona, deben hacerlo a través de Internet.
Los adultos somos quienes autorizamos que nuestros hijos interactúen en redes sociales. No hay una edad establecida para conceder este permiso, no obstante, los expertos recomiendan que menores de 16 años no tengan perfiles en redes sociales. En el momento que nuestros hijos tengan algún perfil social debemos estar pendiente de cómo se desenvuelven en las mismas, ya que muchas de sus acciones pueden acarrear consecuencias.

Lo recomendable es que exista confianza entre padres e hijos y que no haya secretos, pero si esto falla, por su seguridad, tenemos que estar alertas, administrar y responsabilizarnos de la configuración y los controles de privacidad que tenga la cuenta de nuestro hijo. Es mejor un hijo enojado que uno expuesto a los peligros de Internet. Protegerlos es nuestra misión.