Como padres una de nuestras principales preocupaciones es la educación de nuestros hijos. Debemos recordar que, si queremos niños bien educados, el aprendizaje comienza en casa y va más allá de la actividad académica. El manejo de las emociones es un aprendizaje tan importante como las materias básicas que se enseñan en la escuela. Sin embargo, no necesariamente forman parte o se integran en el currículo escolar. No obstante, la inteligencia emocional es un aprendizaje para la vida. De esta depende que los niños logren una buena integración en la sociedad y sean felices.
Todo lo que hacemos está impregnado de emoción, por lo tanto, aprender a manejar las emociones es crucial. Si para los adultos resulta difícil lograrlo, aun con todas las experiencias vividas, imaginen lo complicado que es para los infantes que carecen de experiencia. Por eso es tan importante que aprendan a manejar sus emociones. De lo contrario serán niños frágiles, irritables, agresivos, hostiles, etc. Y como consecuencia, adultos inadaptados, frustrados e infelices.

La educación emocional, como todas las demás, también comienza en casa. Veamos algunas recomendaciones que hace la sicóloga Valeria Sabater sobre cómo educar a los niños en la inteligencia emocional y comencemos haciéndolo en nuestros hogares.
Cuando son bebés debemos tomar acción ante sus rabietas y no verlas como algo gracioso. Nunca debemos permitirles la agresión, sino hablarles hasta calmarlos y que logren tomar control de lo que están sintiendo.
A partir de los dos años ya podemos iniciarlos en el reconocimiento de emociones como la alegría, la tristeza, el miedo, el coraje, etc. La sicóloga recomienda que hagamos ejercicios con ellos mediante fotografías que muestren estas emociones, para que empiecen a reconocer las propias. Además, más adelante, podrán nombrar sus propios sentimientos. Es importante, no solo que los nombren, sino que los manejen adecuadamente. Por ejemplo, si cuando están molestos, gritan o tiran cosas, podemos aprovechar ese momento para instruirles que es conveniente expresar sus emociones con palabras y prestarnos a escucharlos comprensivamente. De este modo, también fomentamos la comunicación.
Para desarrollar la empatía tomemos ventaja del día a día. Situaciones rutinarias son el momento apropiado para la educación emocional. Sabater recomienda que, por ejemplo, si algún miembro de la familia está triste, podemos preguntarles a los pequeños por qué ellos piensan que esta persona se siente así y razonar con ellos mediante preguntas similares.

Cerca de los diez años nuestros hijos empiezan a experimentar otras emociones como el amor, la vergüenza y la ansiedad. Por lo tanto, si en los primeros años logramos inculcar una buena comunicación, compartirán con nosotros las nuevas emociones de la pre adolescencia y estaremos listos para escucharlos y continuar fomentando el diálogo.
Cada día podemos tener la oportunidad de hacer nuevos aportes a la inteligencia emocional de nuestros hijos. Aprovechemos esos momentos. Logremos que aprendan a reconocer sus emociones y también las ajenas, que comuniquen sus sentimientos, maduren y alcancen una integración social sana y feliz. No dejemos el futuro de nuestros hijos a lo incierto, cuando podemos contribuir y ofrecerles una buena educación en inteligencia emocional.