ANTES DE LA ADOLESCENCIA

Cuando nuestros hijos son pequeños somos sus modelos e influenciamos grandemente en ellos. Una vez van creciendo se vuelven más independientes y se distancian de nosotros. Por eso es recomendable construir buenos hábitos, en la niñez, para que cuando crezcan estos sean parte de ellos.

Por ejemplo: sacar tiempo para conversar. Si desde edad temprana acostumbramos conversar con nuestros críos, cuando crezcan, seguramente, aún hablarán con nosotros. Es importante fomentar una relación de confianza, risas y diálogo. De modo que nunca se pierda.

El contacto físico es imprescindible. Abrazar, dar besos, ser cariñosos, decir halagos, demostrar el amor. Si desde que son pequeños esto se vuelve parte de la relación entre padres e hijos, cuando lleguen a la adolescencia no evitarán, del todo, nuestro contacto físico. Aunque sea en el seno del hogar querrán esas expresiones afectuosas.  

Comprender sus intereses es algo que debemos aprender desde que son niños. No solo comprenderlos, sino apoyarlos para que cuando crezcan continúen compartiéndolos con nosotros.

Desde la infancia debemos enseñarles a aceptar un “no” por respuesta. No podemos complacer todos sus caprichos. Hay que decir “no” cuando haga falta y ayudarles a comprender que es por su bien, que no todo lo que queremos es lo que necesitamos o lo que nos conviene.

El fracaso y el éxito son necesarios. Tan importante es celebrar sus éxitos como apoyarlos en sus fracasos y dejar que aprendan de ellos. Y eso es algo que podemos empezar a hacer desde temprana edad. Así podrán manejar sus frustraciones y celebraciones con más confianza.

El respeto y la cordialidad son hábitos que no podemos dejar de inculcar. Los niños deben aprender a pedir permiso, dar gracias, saludar, disculparse. Respetarse a ellos mismos y a los demás, en todo momento. Si desde chicos lo hacen con naturalidad, serán costumbres que conservarán siempre.

Ser ordenados es una práctica necesaria, algo muy útil para toda la vida. No se trata solo de mantener su habitación en orden, sino su vida. Que sepan que cada cosa tiene su tiempo y su lugar, que establezcan prioridades y ordenen sus quehaceres de manera que puedan cumplir con todos.

Nuestros hijos deben aprender lo que es higiene personal. No debemos hacerle todo, sino enseñarles a hacerse cargo de ellos mismos, según van adquiriendo independencia. Que comprendan la importancia de lavarse bien los dientes, bañarse de pies a cabeza, vestirse adecuadamente y con ropa limpia, tener sus artículos de higiene a su alcance, en todo momento. Y que comprendan que según van creciendo, más importante aún es su higiene personal.

La lectura y el estudio no deben ser una opción, sino una formalidad. Este hábito se aprende con el modelaje y la acción. De nada sirve decirles “estudia mijo”, si ellos no ven que los apoyas y los ayudas en el proceso. De nada vale que le digas “ponte a leer”, si nunca le has leído un cuento ni te han visto devorar un libro.

Por último, pero no menos importante (a propósito del siglo XXI…) Los aparatos electrónicos no se llevan a la mesa. Muchas veces cometemos este error, por lo que debemos estar vigilantes y evitarlo. La mesa debe ser un lugar donde podamos interactuar con los que están allí. Si le enseñamos con el ejemplo lo emularán.

 

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