El amor equivocado es el que a veces profesamos por nuestros hijos cuando en nombre de este, cometemos errores al criar. Debemos recordar que no podemos vivir a través de nuestros hijos. Decir que los amamos y que queremos lo mejor para ellos es una cosa, pero otra muy distinta es obligarlos a seguir nuestros sueños. Nuestros hijos tienen sus propias vidas y deben tomar sus propias decisiones. El amor no es egoísta. Nos corresponde alentar sus sueños y apoyarlos en sus decisiones de lo que quieran ser en su vida.
Tampoco debemos olvidar lo que significa ser niños. Como padres podemos cometer el error de pretender que se comporten como adultos. Sin embargo, deben disfrutar de su infancia y, sobre todo, del juego, porque este es su principal herramienta de aprendizaje. Para los niños, jugar no es un privilegio, es un derecho. Y nuestro amor incondicional debe honrar ese derecho.
No podemos equivocarnos con las palabras y el ejemplo. No es un secreto que lo que modelemos prevalecerá. Podemos darles muchas lecciones sobre cómo vivir, pero lo que más recordarán es la forma en que lo hicimos. Nuestros actos prevalecerán. Somos sus modelos.
Ser amigo de nuestros hijos es una forma equivocada de amar. Claro que queremos ganarnos su confianza, pero no puede ser convirtiéndonos en sus amigos, porque es fundamental que los niños aprendan a respetarnos y obedecernos. Si nos ven como sus amigos, nos verán como sus iguales y eso puede conducirnos a un estilo educativo permisivo que no será beneficioso para nuestros hijos. Por supuesto que la complicidad es importante, no obstante, hay que encontrar el punto medio entre la figura de autoridad que representamos y la confianza que se necesita para crear una buena relación.
Recordemos que nuestros hijos no son perfectos porque nadie lo es. No seamos ciegos. Nuestros críos tienen defectos, cometen errores y no siempre actúan con buena intención. Aceptarlos como son es la base de su autoestima, pero esto no se traduce en dar por bueno todo lo que hacen. Consentir incondicionalmente a los niños significa no condicionar nuestro amor a sus éxitos y fracasos. Sin embargo, es esencial enseñarlos a que sigan normas y reglas que les permitan convivir en sociedad.
Un amor equivocado es capaz de matar con las palabras. Si hay algo poderoso son las palabras. Pueden salvar o pueden tronchar una vida. Como padres responsables y amorosos debemos saber escoger las palabras que le decimos a nuestros hijos. Una broma de mal gusto o una palabra con ira podría causar una herida permanente. Cada palabra debe ser dicha con amor.
Si criamos hijos dependientes, también nos equivocamos. Nos corresponde delegar responsabilidades desde que los niños son pequeños. Su futuro exitoso depende de eso. Si le resolvemos todo en la vida, se sentirán incapaces al momento de tomar decisiones y de enfrentar los desafíos de la vida. La dependencia es un error que podemos cometer en nombre del amor. Pero tenemos que evitarlo para lograr que nuestros hijos gocen de un espíritu emprendedor y sean personas autosuficientes.
Definitivamente, criar bien a nuestros hijos es el mejor regalo que podemos darle, es la forma correcta de amarlos.